Organismos acreditadores para instituciones para instituciones de educación superior pública y particular

En cuanto a su estructura, el libro es claro y sistemático. Desde el primer capítulo, las autoras (Angélica Buendía y Elena Quiroz) sitúan al lector en las perspectivas analíticas para el estudio de las políticas de aseguramiento de la calidad de la educación superior. El enfoque utilizado es el de la teoría organizacional y el de los estudios institucionales, y para el lector que no está familiarizado con el marco interpretativo, este apartado resulta sumamente esclarecedor, pues se desarrollan los conceptos principales en los cuales discurre el análisis de los casos, tales como el isomorfismo, los mitos racionalizados, las normas institucionalizadas y el aspecto de la organización.

Los cinco capítulos subsecuentes presentan los resultados de los estudios de caso, en los cuales se delinean un conjunto de conclusiones acerca de los efectos que han tenido la evaluación y la acreditación de programas, con base en el análisis de diversos datos cuantitativos y de los resultados de las entrevistas realizadas a los informantes clave. En el penúltimo capítulo (a cargo de Angélica Buendía y José Luis Sampedro) se expone la comparación de los resultados de estos estudios y se condensan los hallazgos más relevantes a manera de conclusión. En un apartado final se describe la metodología, lo cual le otorga sustento y rigor a la obra; incluso este capítulo puede ser utilizado como un modelo de investigación didáctico para aquellos investigadores interesados en utilizar el método comparado por medio de estudios de caso.

Así pues, ¿qué discursos se han construido y qué efectos han tenido la evaluación y la acreditación como mecanismos para el mejoramiento de la calidad de los programas de estudio de las IES mexicanas? Los resultados de la obra aquí reseñada abren la pauta para una discusión profunda acerca de estas cuestiones. En principio, la evaluación y la acreditación se impulsaron como políticas dirigidas a la rendición de cuentas de las IES a través del cumplimiento de diversos indicadores o estándares de desempeño, sobre todo de tipo cuantitativo. La capacidad de las IES para "demostrar" su eficiencia se vería idealmente reflejada en los resultados de la evaluación, de los cuales depende la obtención o la negación de recursos económicos extraordinarios y, de modo simbólico, pero también enfático, su legitimidad.

El diseño institucional que se requiere para hacer operar estas políticas es, en extremo, complejo: se evalúan los programas académicos, los profesores, los estudiantes, los investigadores, los procesos, la normatividad, el gobierno, la infraestructura y la gestión. Es decir, se ponen en marcha tal cantidad de recursos, tanto humanos como materiales, que nos obligan a discutir a fondo los procedimientos y los métodos utilizados para evaluar y acreditar, así como el uso que se le ha dado a los resultados de la valoración.

Desde sus inicios, la política supuso que existirían procesos de cambio organizacional e institucional, mismos que serían puestos en marcha para la superación de las problemáticas particulares detectadas por medio de la evaluación. En la práctica, exponen los autores, la evaluación y la acreditación tienen un efecto homogeneizador de las IES. Este fenómeno, conocido como isomorfismo, es un método de sobrevivencia en un entorno que les obliga a asumir de forma irrestricta estos procesos valorativos. Por medio de esta obligatoriedad, les conduce a asimilar las prácticas, los ritos y los modelos exitosos, así como a generar modificaciones normativas que establecen parámetros de conducta socialmente deseables y a reconocer las sanciones y las gratificaciones que acompañan a la evaluación. Los resultados presentados nos permiten reflexionar sobre un hecho notorio: si bien las agencias evaluadoras operan como entes diseminadores que promueven la asimilación de estos mecanismos y los introyectan a través de nuevas prácticas organizacionales, son las propias IES las que, al haberse beneficiado con la obtención de recursos adicionales a su presupuesto operativo, han contribuido a su consolidación como políticas de homogenización "necesarias" para asegurar el mejoramiento de la calidad de la educación superior.

La evidencia encontrada, mediante los estudios de caso, no permite aseverar que exista un impacto notorio en el mejoramiento de la calidad de los programas educativos que han sido evaluados o acreditados, esto es especialmente patente en la UdeG, en la UAM y en la UACH, mientras que en las dos universidades donde se aprecian cambios visibles (UV y UAS), se observan sólo a través de la modificación profunda de los planes y programas. En todas las IES estudiadas han surgido nuevos diseños institucionales que son una condicionante para hacer operar las recomendaciones de los organismos evaluadores: nuevas estructuras de organización y de gestión, así como nuevos reglamentos. De forma similar, un cambio favorable observado en todos los casos es la ampliación de la infraestructura y del equipamiento.

Las percepciones obtenidas por medio de las entrevistas permiten agrupar las opiniones en dos tipos: por un lado, los funcionarios y los encargados de la evaluación consideran que ésta y la acreditación han tenido efectos positivos, tanto en el mejoramiento de las condiciones materiales de la universidad como en su prestigio social; por el otro, los profesores y los estudiantes muestran una postura crítica. Los primeros asocian a la evaluación y a la acreditación como mecanismos dirigidos a la obtención de recursos sin incidencia en la calidad de los programas, mientras que los estudiantes encuentran una escasa o nula asociación entre la evaluación y el mejoramiento de la calidad educativa.

La carrera por obtener recursos y legitimidad intensifica, en lugar de inhibir, la burocratización, la simulación, el mimetismo y la coercitividad de los procesos de evaluación. Los resultados reportados son enfáticos y, sin duda, denotativos, de lo que ocurre en otras universidades del país. En la UACH, la evaluación no ha modificado la estructura organizacional, pues los resultados no son considerados para la toma de decisiones por los encargados de la gestión. En la UAM existe una profunda desconfianza acerca de los verdaderos intereses que "mueven" a las instancias evaluadoras, a las cuales se considera más como organismos con fines de lucro que centrados en la búsqueda de la calidad. La legitimidad de los programas radica en otros procesos, por ejemplo, en la forma de trabajo de los colectivos académicos, y no tanto en la evaluación.

En la UdG las recomendaciones realizadas por las instancias evaluadoras, acerca de la necesidad de incrementar el número de profesores de tiempo completo, no han tenido efecto alguno en la constitución de la planta docente. Del mismo modo, las formas de gobierno han permanecido ajenas a los cambios que deberían ser instrumentados. En cambio, en la UAS sí se ha modificado la legislación para regular las formas de trabajo, mientras que en la UV se ha realizado una modificación profunda en el diseño de los programas de estudio, en específico del enfoque educativo.

En todos los casos ha existido algún tipo de transformación en los reglamentos, y por ende ha habido ajustes en las rutinas, en las estructuras, en los procesos de gestión, en la vida colegiada y en los comportamientos sociales. Sin embargo, a excepción de la UV y, en menor grado, de la UAS, es difícil suponer en qué medida han contribuido a un mejoramiento sistemático, enfático y profundo de los procesos de enseñanza y de los métodos didácticos. Incluso en estas universidades se requiere un estudio profundo para saber de qué manera el cambio de los planes y programas ha mejorado sustancialmente la experiencia escolar, así como los resultados del desempeño estudiantil y docente.

A través de la teoría organizacional, el libro reconoce que los términos "evaluación" y "acreditación" se vuelven equivalentes de "calidad" y "excelencia". Se trata de mitos racionalizados que proyectan a las IES como adecuadas y modernas, cuando aún no existen resultados del todo sólidos que avalen su eficacia. 

En su acepción semántica, al convertirse en mitos, estos mecanismos se asumen como narraciones maravillosas situadas fuera del tiempo histórico que condensan alguna realidad humana de significación universal rodeada de extraordinaria estima a las que se atribuyen cualidades o excelencias que no tienen, o bien una realidad de la que carecen.







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